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Pasión y muerte de Rahman el Kurdo


Auteur : Multimedia
Éditeur : Alfa Date & Lieu : 2008-01-01, Caracas
Préface : MultimediaPages : 294
Traduction : ISBN : 978-980-354-248-1
Langue : EspagnolFormat : 150x225 mm
Code FIKP : Liv. Esp. 3084Thème : Politique

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Pasión y muerte de Rahman el Kurdo

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Pasióny muerte de Rahman el kurdo
el sueño del Kurdistán 

Ésta es la historia del líder del movimiento revolucionario kurdo, Abdul Rahmán Ghasemlú, quien se opuso al régimen teocrático del ayatolá Jomeini durante diez años y fue asesinado en Austria en 1 989.

Prunhuber nos entrega un testimonio sin precedentes, una historia que se vale de las mejores herramientas de la narrativa para poner al lector en escena; una investigación rigurosamente documentada, que contiene entrevistas al propio Ghasemlú y a más de cincuenta personajes que jugaron -y juegan- un importante papel en la región. Al mismo tiempo, para la mejor compresión del lector, el cuerpo general del texto ha sido complementado con mapas y fotografías; un glosario de siglas, palabras extranjeras y abreviaturas; así como un dramatispersona que nos permite ubicar rápidamente quién es quién.

Pasión y muerte de Rahmán El Kurdo, nos ayudará a entender, a través de la vida de Ghasemlú, el drama humano que hay detrás de un pueblo sin Estado, una problemática actual que ha sido sistemáticamente ignorada por los países de la región y la comunidad internacional. Paralelamente, y con gran valentía, la autora nos revela las aristas de una intrincada red que involucra a altos personeros del gobierno iraní en la planificación del asesinato, de acuerdo a las denuncias que en 2005 hiciera el diputado austriaco Peter Pilz para que se abriera una investigación parlamentaria, que fue rechazada. El caso quedó sin resolución jurídica definitiva por intereses del Estado austríaco y las sospechas nunca fueron comprobadas.


INTRODUCCIÓN

Perseguidos desde tiempos remotos, los kurdos han logrado sobrevivir gracias a las altas y escarpadas montañas en las que viven. Entre veinte y treinta millones de kurdos habitan un territorio de unos 500.000 kilómetros cuadrados repartido en cinco estados. Turquía, Irán, Irak, Siria y la antigua URSS.

Llamados «hijos de los Medos», guardianes del fuego sagrado que ardía en el templo de Zaratustra, los kurdos pueden remontar sus orígenes a la antigua Mesopotamia. De raza indoeuropea nada tienen que ver con los árabes -de origen semita como los judíos- ni con los turcos, procedentes de Centro Asia. Su lengua, que pertenece a la rama iraní del indoeuropeo, es para algunos especialistas una derivación del Avesta, idioma en el que Zaratustra transmitió sus enseñanzas.

La leyenda que cuenta el Sharef Nameh, texto épico kurdo escrito en persa a finales del siglo XVI, describe el origen de este pueblo. El tirano Zohak, quinto rey de esta mitológica dinastía iraní, que aterrorizaba a los pueblos bajo su dominio, sufría de un mal espantoso: de sus hombros surgían dos serpientes horribles que se alimentaban a diario con los sesos de dos jóvenes. Para evitar el exterminio, los pueblos sojuzgados decidieron engañar al tirano dándole a una de las víboras un cerebro humano y a la otra el de un cordero. De esta forma todos los días sobrevivía un joven que escapaba a las montañas, donde perpetuaba la raza kurda.

Guerreros orgullosos de su identidad, los kurdos se opusieron a la conquista árabe durante trescientos años en el Kurdistán  central. Luego se convirtieron en su mayoría al Islam sunita y, liderados por el kurdo Saladino, fundador de la dinastía Ayubid (1 169-1250) en Egipto y Siria, se opusieron a las conquistas de Ricardo Corazón de León en tiempos de las Cruzadas.

A partir del siglo XIV los kurdos sufrieron múltiples invasiones de otros pueblos -como el mongol y el turco- que buscaban controlar las rutas comerciales, sobre todo la de sedas y especies. En el siglo XVI el Sah Safávida de Persia decidió anexar el Kurdistán  a su imperio. Pero el ejército otomano, en alianza con los señores feudales kurdos, venció al Shah. Esta alianza no era sólo de orden militar sino también religiosa. Los kurdos y los otomanos, musulmanes sunitas, se habían aliado contra los safávidas chiítas.

Pero tanto el imperio otomano como el persa fueron consolidándose como estados y esto provocó una reacción de resistencia por parte de los kurdos, que vieron amenazada su propia soberanía. En 1638 el Shah de Persia y el sultán otomano firmaron un acuerdo que legalizó la primera división del Kurdistán  entre ambos imperios. Desde entonces, el Kurdistán  fue objeto de expolio de sus tierras hasta convertirse actualmente en el pueblo sin Estado más numeroso del mundo.

La cuestión kurda es similar a la causa palestina, a la de los armenios y los tibetanos; nace en el siglo XX con el desplome del imperio otomano, al concluir la Primera Guerra Mundial y repartirse los vence dores el Oriente Medio. El tratado de Sévres (10 de agosto de 1920) les prometió un régimen de autonomía del que se les privó por el tratado de Lausána (1923).
Los kurdos han sido desde entonces una punta de lanza de los intereses de todos los poderosos de la región y de las grandes potencias.

Como bajo la tierra pobre de sus montañas hay un mar de petróleo, nadie está dispuesto a concederles un estado nacional ni el usufructo de una parte de esas riquezas. El Kurdistán  es, además, donde se encuentran las fuentes del agua que en un futuro próximo serán más importantes que el petróleo para la región.

Tantos intereses los han arrastrado muchas veces a luchas intestinas, y aún hoy siguen divididos, enfrentados y hasta luchando unos contra otros. Esa división permanente, esa mentalidad tribal, esa actitud montañesa, ha hecho más fácil la represión que ha sido y sigue siendo particularmente feroz en Turquía y ahora en Irak.

Setecientos mil kurdos, se estima, fueron masacrados por los turcos bajo el gobierno de Kemal Ataturk y sucesivos gobiernos entre 1920 y 1990. Ankara se niega a reconocerles su identidad cultural, los considera meros «turcos de las montañas» y los mantiene bajo un régimen de represión militar permanente. Cientos de miles de kurdos fueron desplazados de sus hogares.

A pesar de algunas concesiones por parte del gobierno turco a partir de 1991, como la legalización del uso del kurdo hablado, la liberación de activistas kurdos encarcelados y otras posteriores mínimas reformas culturales en beneficio de los kurdos, la violencia contra ellos no ha cesado.

En Irak, el régimen de Saddam Hussein arrasó más de cuatro mil aldeas para trasladar la gente como ganado a las tierras bajas. En 1988 castigó la rebeldía kurda lanzando gases asfixiantes sobre la ciudad de Halabja, lo que costó la muerte a cinco mil personas. Tras la guerra del golfo Pérsico, en 1991, el ejército de Bagdad se volcó sobre los kurdos provocando uno de los mayores éxodos en masa de la historia contemporánea.

En 1992, con el apoyo de la aviación aliada (estadounidense y británica), los kurdos crearon la Región Autónoma del Kurdistán  con un parlamento electo por el voto popular. Establecieron universidades, una administración efectiva e instituciones que aseguraron un crecimiento económico, cultural y democrático sin precedente en la región.

Los principales partidos kurdos apoyaron la coalición liderada por los Estados Unidos contra el régimen de Saddam Hussein y la invasión de Irak en el 2003. Desde entonces, el Kurdistán  iraquí continúa desarrollándose bajo una relativa tranquilidad si se le compara con el resto de Irak hoy día.

Los kurdos han tenido en nuestro tiempo dos grandes caudillos políticos: Mustafá Barzani, en Irak, en las décadas del sesenta y el setenta; y Abdul Rahmán Ghasemlú, en Irán, en la del ochenta. Barzani murió en Estados Unidos, en el exilio. Ghasemlú fue asesinado por enviados de la República Islámica iraní¹, en Viena, en julio de 1989, luego de haber hecho frente al régimen teocrático del ayatolá² Jomeini durante diez años. Este libro es la historia de ese crimen y, a través de él, intenta mostrar la lucha del pueblo kurdo por el reconocimiento de sus derechos y de su identidad nacional.

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1 En 1979, tras el derrocamiento del Shah de Irán, el ayatolá Jomeini estableció una República Islámica en Irán.
2 Máxima jerarquía religiosa chuta. Significa 'milagrosa señal de Dios'.


AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer la valiosa ayuda prestada para la confección de este libro por Hélène Krülich-Ghasemlú, su estímulo personal y las entrevistas que concedió en París y Viena. También agradezco la colaboración de la comunidad kurda de Viena, así como la del medio centenar de personas que contribuyeron con entrevistas, sugerencias y documentación para hacer posible su redacción.

Gracias al periodista estadounidense Jonathan Randal, corresponsal del Washington Post en París en los ochenta, que tuvo la generosidad de facilitarme las notas que había tomado durante las largas horas de conversaciones sostenidas con Ghasemlú. Gracias a esos apuntes pude reconstruir situaciones y diálogos que, de otra forma, no figurarían aquí.

Para la redacción de este libro han sido entrevistados el propio Abdul Rahmán Ghasemlú (Kurdistán , 1985; París, 1986; Madrid, 1987-88); Susanne Rockenschaub-Rasul (Viena); el ex presidente de Irán Abolhasan Bani Sadr (París); el ex presidente argelino Ahmed Ben Bella (Argelia); el ministro y doctor francés Bernard Kouchner (París); el político socialista francés Alain Chenal (París); el político iraní Nasser Paakomian (Viena); el presidente del Instituto Kurdo de París, Kendal Nezan; el diputado y dirigente del Partido Verde austriaco Peter Pilz (Viena); el jefe de policía de Austria, Oswald Kessler (Viena); los médicos franceses Frederic Tissot, Michel Bonnot y Florence Weber (París); los políticos kurdos Jalal Gadaní e Ibrahim Auyyar; los periodistas franceses Paul y Edith Maubec; los clérigos sunitas Ahmad Darvishi y Jalid Azizi; el abogado austriaco Manfred Weidinger; militantes del PDKI como Rahim Kaderi, Merad, Hazad, Abdulá y otros; Fatos Güney, viuda del cineasta turco-kurdo Yilmaz Güney, y los intelectuales franceses Gérard Chaliand, Juliette Minees y Joyce Blau.

Saíd Cherefkendi, sucesor de Ghasemlú como secretario general del Partido Democrático del Kurdistán  de Irán (PDKI), fue entrevista do para el libro por el doctor Bernard Granjon, en el verano de 1991, en el Kurdistán.

El periodista francés Marc Kravetz, del diario Liberation, que hizo la más completa investigación del crimen pocos días después de producido y es un buen conocedor del universo kurdo, también aportó valiosos puntos de vista.
El líder kurdo Jalal Talabani fue entrevistado en dos ocasiones, en el Kurdistán  y en París.

Algunos entrevistados iraníes y kurdos y allegados a Ghasemlú pidieron que se guardara reserva sobre su identidad por motivos de seguridad. En algunos casos se les cita con nombres supuestos: Fatah, Mustafá, Azad, Charlotte, María Theresia, Hildegaard, Q. M., el señor M. Otros, sencillamente, no han sido citados.

Al periodista español Rafael Fraguas por su apoyo y conocimiento sobre el Medio Oriente.

En una etapa posterior, tan difícil como la destinada a la elaboración del manuscrito, un reconocimiento a Roger Prunhuber por su apoyo para la publicación del libro y a Luisa Prunhuber por su entusiasta fe, de principio a fin, en este volumen; a Esther González quien transcribió el manuscrito y a Patricia Vega quien hizo una minuciosa y detallada revisión del mismo; a Salih, del Instituto Kurdo de París, en la búsqueda de material fotográfico y por su apoyo para la actualización de una cronología sobre el tema, así como por revisar la veracidad de diversos datos y acontecimientos narrados en el libro.

Y muy especialmente a Gabriel Fernández, periodista español, por su invaluable colaboración a lo largo de todo el proceso de elaboración de este libro y, sobre todo, en la reconstrucción del crimen de Ghasemlú en Viena. Gabriel murió, víctima de cáncer, sin haber visto publicada esta apasionante investigación, pero seguramente celebrará con nosotros, desde donde se encuentre -posiblemente junto a Ghasemlú- el que estas páginas llegaran finalmente a una imprenta. La publicación de este trabajo periodístico es la mejor forma de honrarlos a ambos. A mi editor

Leonardo Milla por haber creído en este libro que tanto significa para mí; ya que representa muchos años de investigación y trabajo. A Ulises Milla, Carolina Saravia y a su equipo por continuar creyendo en mi trabajo y por llevar a cabo con perseverancia y dedicación la publicación del libro.

A toda esta gente, comprometida con la memoria de Abdul Rahmán Ghasemlú, y principalmente con la causa del pueblo kurdo, mi más profundo agradecimiento.




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