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Los kurdos, Kurdistán: el país inexistente


Auteur :
Éditeur : Flor Del Viento Date & Lieu : 2005, Barcelona
Préface : Pages : 312
Traduction : ISBN : 84-89644-98-5
Langue : EspagnolFormat : 150x230 mm
Code FIKP : Liv. Spa. Ami. Kur. N°6Thème : Général

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Los kurdos, Kurdistán: el país inexistente

Los kurdos, Kurdistán: el país inexistente

Nazanín Amirian

Barcelona


A veces el lenguaje ofrece soluciones que los seres humanos no podemos dar. Creamos palabras para nombrar el mundo y luego las olvidamos... pero hay algunas, como Kurdistán, que se imponen a la voluntad de quienes las mencionan.
Kurdistán es un lugar que millones de personas reivindican, que algunas niegan, difícil de cuantificar, de dar un límite específico y, sin embargo, tiene un nombre. Etimológicamente hablando Kurdistán tiene una naturaleza muy sencilla: es el lugar donde residen los kurdos, sin más complicación. El término stán, procede del verbo astcin que en persa significa «estar». De este modo ...



Nazanín Amirian (1961) además de escribir en la prensa española y participar en seminarios y conferencias como ponente sobre la situación de los países de Oriente Medio, es autora de una docena de libros en castellano de temas distintos como “Robayiat” los cuartetos de Omar Jayyam, La doctrina sagrada de Zaratrustra, Mujeres sin hombres, El viento nos llevará y Al gusto persa.

 



UNA GEOGRAFÍA ENVIDIABLE


De todo, mucho

A veces el lenguaje ofrece soluciones que los seres humanos no podemos dar. Creamos palabras para nombrar el mundo y luego las olvidamos... pero hay algunas, como Kurdistán, que se imponen a la voluntad de quienes las mencionan.
Kurdistán es un lugar que millones de personas reivindican, que algunas niegan, difícil de cuantificar, de dar un límite específico y, sin embargo, tiene un nombre. Etimológicamente hablando Kurdistán tiene una naturaleza muy sencilla: es el lugar donde residen los kurdos, sin más complicación. El término stán, procede del verbo astcin que en persa significa «estar». De este modo Afganistán significa «el lugar de estar o residencia de los afganos», Turkmenistán es «el lugar donde residen los turcomanos» ... Posiblemente se trate de un vocablo de origen indoeuropeo, ya que en otras lenguas de este grupo podemos encontrar la misma raíz con sus diferentes variantes fonéticas: «étre» en francés o «estar» en castellano, como ejemplos.
Por lo tanto, aplicaremos el nombre de Kurdistán a una extensa región donde viven, mayoritariamente, todas aquellas personas que se consideran kurdos, aunque este lugar no exista en los mapas políticos.

Los límites geográficos del Kurdistán se han reducido y ampliado según las circunstancias demográficas, históricas y económicas de la zona donde está ubicada. La primera vez que en un documento histórico aparece el término geográfico de Kurdistán es en el siglo xn. Entonces, el sultán Sanjar, último monarca de la dinastía de los saleucidas, creó la provincia del Kurdistán y asignó a su sobrino, Soleymán Sha, como gobernador. En ella estaban incluidas, originariamente, las localidades Dinvar, Kermansháhá y Hamedán en los límites orientales de las montañas de Zagros y las ciudades Zaur y Sanjáb en el oeste de aquellas montañas. Ghal’e Bahár, situada en el noroeste de Hamedán (Irán) fue instituida como la capital de la provincia.'
Trescientos años después, ya en el siglo xv y con la dinastía de los safavidas en el poder en Irán, las constantes guerras entre los otomanos y los persas dejan a las regiones de Hamedán y Lorestán fuera del dominio administrativo de los reyes persas. Éste fue el principio de un largo camino de pérdidas de territorios en beneficio de los otomanos, ya que luego les tocará a las ciudades kurdas del oeste de las montañas de Zagros. Así, progresivamente, la provincia de Kurdistán terminó reducida al territorio enclavado en la región iraní de Ardalán, y su capital pasó a ser Sanandaj.

La primera forma de posesión es nombrar. Bautizamos los territorios conquistados, los inventos, los descubrimientos... por eso con el paso de los años los territorios que antes se denominaron Kurdistán, cambiaron de apelativo; así, en Turquía la región kurda se llamará «Anatolia Oriental», en Siria «Jezira» y en Irak ha sido designada como «Región Autónoma Kurda».

Hoy en día, el nombre de Kurdistán es sólo capaz de sostener una pequeña zona situada en el noroeste de Irán. Pero más allá de la denominación, existe el territorio: El «lugar donde residen los kurdos» ocupa una superficie de unos 500.000 kilómetros cuadrados. Si se les pregunta a sus residentes, los kurdos dividen este vasto territorio en cinco regiones internas: 1) el Kurdistán meridional, situado en Irán, con Kermánsháh como centro; 2) el Kurdistán central, ubicado en Irak y cuya capital es Arbil; 3) el del este, cuyo eje es la ciudad iraní de Mahábád; 4) el del norte, en torno a la urbe iraquí de Báyazid; y 5) el occidental, ubicado en Turquía y con Diyárbakir como capital. De este modo, los kurdos tienen como vecinos a los árabes en el sur, los persas en el este, los turcos en el oeste, los georgianos y los armenios en el norte, los azerís en el noreste, los lures en el sureste y los turcmenos en el sudoeste.

Esta distribución no tiene que ver con la que la diplomacia internacional ha practicado en la zona. Tras la Primera Guerra Mundial el territorio también se repartió en cinco partes entre cinco estados soberanos. La porción más grande de Kur-distán pasó a manos de Turquía (el 43%), le sigue Irán (31%), Irak (18%) y Siria (6%). El 2% restante quedó en manos de la antigua Unión Soviética, dentro de las fronteras políticas de Azerbaiyán y Armenia. Este hecho, el de vivir bajo diferentes sistemas políticos, en un territorio vasto, ha creado diferentes «Kurdistán». Mientras el Kurdistán meridional es un área urbanizada y cosmopolita y sus kurdos mantienen un contacto continuo con la cultura persa y los demás pueblos iraníes desde hace siglos, en el Kurdistán del este, la población mayoritaria-mente es rural y de origen nómada, al tiempo que sus paisanos del Kurdistán central, bastante urbana, viven en un área más llana y tan cálido que se ha merecido el apodo de «Garmasir», el país caluroso; apreciable contraste con el paisaje mediterráneo del Kurdistán occidental, con su clima suave, una agricultura próspera, bosques exuberantes y ¿cómo no? las altas montañas que le han separado, en todos los sentidos, de los kurdos del norte -agrupados en tribus- que habitan un territorio que hoy si más severo y de clima menos amable, algún día y antes de las masivas deportaciones y constantes guerras fue -recuerdan los libros de historia- gozaba de una economía próspera, gracias a su agricultura e intercambios comerciales.

Otro de los enclaves kurdos es la provincia Khorásán situada al noreste de Irán. Los kurdos que se encuentran en esta región, de clima gélido en invierno y otoño, y con vastos cultivos de azafrán, son los descendientes de los deportados de los siglos xvi, xvii y xvm por los gobernantes de Irán, que les utilizaron como escudo humano para salvaguardar las fronteras norteñas del país de los ataques de los nómada turcomanes.

Las abruptas formas kurdas

Con una altura media de 1.000 m sobre el nivel del mar, Kurdistán es un territorio copado por altas montañas, que han influido de forma determinante en su historia, sus tradiciones y su cultura en general. Esos gigantes de piedra recuerdan a sus habitantes que los límites existen y que la naturaleza tiene sus propias leyes. Si en otros rincones del mundo son las cordilleras y los grandes ríos los que marcan las fronteras, aquí la tierra ha decidido que los territorios kurdos acaben precisamente donde comienza la última ladera... Sus gentes han aprendido que el mundo termina de manera abrupta y que fuera quedan las llanuras.

Las montañas kurdas descienden hacia las mesetas de Irán y de Anatolia por el este y el oeste, respectivamente, separadas a su vez por las tierras llanas de Arabia al sur y suroeste, y por la cuenca del Mar Negro al norte. Entre sus picos más altos se encuentran el mítico Ararat, de 5.156 en cuyo pico la tradición cristiana sitúa el lugar donde encalló el arca de Noé, el Mun-zur, coronado por una cima de 3.300 metros de altura, ambos en Turquía, sin olvidar a Alvand, lugar del nido del ave fénix, en el sur del Kurdistán iraní, que alcanza los 3.574 metros, y el monte Halgurd, cuya altura es de 3.727 metros, y está ubicado en Irak.

La geografía siempre es una gran metáfora que da luz al carácter de sus habitantes. Quien recorra este territorio puede entender hasta qué punto determina la personalidad de este pueblo: las cimas de estas montañas están cubiertas de nieve durante gran parte del año, haciendo de difícil acceso a grandes zonas; las huellas de las actividades geológicas se ven reflejadas en las masivas destrucciones que han causado los devastadores terremotos a su paso...

Los enormes recursos minerales depositados en las numerosas erupciones volcánicas ocultan los escasos restos arqueológicos que aún quedan en pie en esta región, una de las más antiguas del planeta y donde nació parte de la civilización humana.

La tierra lo ha tragado todo

El último terremoto sucedió el uno de mayo de 2003, en la región de Bingol, en el sureste de Turquía. Este seísmo de 6,4 grados en la escala de Richter dejó unos 200 muertos y alrededor de 500 heridos, entre lo que se encontraban decenas de niños de un internado; más de mil edificios quedaron destruidos y no se sabe cuántas personas se quedaron sin hogar.
En Kangawar, situado en el Kurdistán meridional, el gran templo de la diosa Anáhitá, la patrona de las aguas puras en las antiguas religiones iraníes, testimonian la fuerza y la persistencia de 2.200 años de terremotos continuos: columnas caídas, escaleras rotas, muros hechos pedazos. Es curioso cómo las leyendas locales recogen este fenómeno cuando relatan que alguien «se lo tragó la tierra».

La memoria colectiva de las gentes de Erzican recuerda que en 1939 cómo el frágil techo de sus hogares se les caía encima sepultando a más de 33.000 personas, y aún no recuperadas de las consecuencias y las secuelas de estas desgracias natural es y la mala gestión de los políticos, otro seísmo sacudió la región de Murádiye y enterró a unas 5.000 en 1976.
Otros seísmos en las tierras kurdas en 1999 acabaron con más de 20.000 vidas.

Se trata, por tanto, de un país profundamente condicionado por su situación geográfica, ya que su subsuelo está atravesado por distintas fallas sísmicas, la más importante es la del norte de Anatolia.
Este triste pasado debería haber llevado a sus distintos gobiernos a tomar medidas para paliár en la medida de lo posible los efectos de estos desastres naturales. Sin embargo, la realidad es bien distinta.

«El establo que yo construí no se derrumbó, pero la escuela sí», aseguraba Abdukla Gunala, padre de uno de los niños rescatados del edificio de la residencia escolar de Bingol, que albergaba a casi 200 hijos de granjeros kurdos de las aldeas vecinas.

Nebil Yenguner, responsable de la investigación encargada a la Cámara Turca de Ingenieros y Arquitectos explica que «el emplazamiento del colegio y las técnicas de construcción eran incorrectas; la calidad del cemento utilizado, extremadamente mala. Es algo que hemos visto ya cientos de veces». Según UNICEF, hay 247 escuelas-residencia como la de Celtiksuyu en Turquía, en las que viven 130.000 estudiantes sin recursos.

…..

1. Mohammad Amin Zaki, Zobdeye tárikhe kord va kordestán («Resumen de la historia de los kurdos y de Kurdistán»), Editorial Tus, Teherán, 2002, pág. 27.




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