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Cartas Persas (1951-1954)


Auteur :
Éditeur : Verlag C. H. Beck Date & Lieu : 1961-01-01, Espana
Préface : Pages : 202
Traduction : ISBN :
Langue : EspagnolFormat : 165x230 mm
Code FIKP : Liv. Esp. Bel. Car. N° 932Thème : Général

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Cartas Persas (1951-1954)

Cartas Persas (1951-1954)

Emilio Beladiez

Verlag C.H.Beck

Estas cartas no tienen absolutamente nada que ver con unas homónimas que andan por ahí desde hace un par de siglos.
En realidad nacieron hace cuatro dias del, choque de un celtíbero con la vieja Persia. Al principio eran más bien un lamento y el destinatario se enfadaba al leerlas tanto comoi yo al escribirlas. Luego, poco a poco, aunque me temo que siguieran aburriendo a su destinatario, dejaron de contener lágrimas. En fin, ahí van para que el lector juzgue.



PROLOGO

Hay escritores que a ratos perdidos hacen la Diplo• macia y diplomáticos que a ratos perdidos hacen la Literatura. Dos gru¡>os bastante perfilados y distintos, aunque unidos en la competencia profesional. Hombres leídos y viajados que disponen de un pasaporte abre-fronteras, un C.D. en el parachoques y de un número de horas libres en sus puestos de representación que se resisten a dilapidar en frivolidades mundanas. Algo así como el surco que separaba hace unos años a los que provenían del Cuerpo Consular de los diplomáticos de la Carrera, hoy felizmente allanado, es el matiz que se advierte en quienes escribieron antes o después de asumir la misión honrosa de representarnos a los españoles en los puestos del extranjero. Esto último que suena a lugar común no está de más repetirlo, porque con la importancia (¡ue ha adquirido la política internacional creen algunos que son los españoles los que han de representarlos a ellos como individualidades brillantes, dicho sea más por los diplomáticos políticos que por los que desde antes de las oposiciones no piensan más que en su carrera.

Agustín de Foxá es, contra lo que pueda creerse, un diplomático antes que un escritor, aunque naciera poeta. Recuérdense, o reléanse, sus primeros artículos en «ABC». Se advertirá en ellos un afán de exponer poéticamente por fuera de los despachos oficiales, de estirar su información y atrapar para el recuerdo lo estudiado y lo vivido.

Muy emparentado con los artículos de Foxá, aunque con menos ropaje y más minuciosidad expositiva son estas Cartas Persas de Emilio Beladíes. Son, los diplomáticos escritores, viajeros estabilizados. De ahi la riqueza de sus narraciones y el por qué le sacan tanta ventaja a quienes solo vieron los países extraños en lucha con las Agencias de viaje. Ante el paisaje visto pero no interpretado por el turista, el diplomático con talento literario logra la nota entrañable, la anécdota, la tradición, la agonía supersticiosa, el defecto o la virtud. «No; las rosas de Isfahan no son especiales, pero han tendió un poeta, lo mimo que el narciso había sido ya cantado por Ahmed Ibn Bccher, de Antioquía, que, como buen sirio, puede ser considerado el padre de los poetas de los jardines:

«Y las flores estaban como las estrellas, ya solas,
ya consteladas en grupos».
«Hay rosas como mejillas
y narcisos como ojos que miran al amado,
anémonas como rojas copas con negras incripciones
y cipreses como cantoras con la falda por la rodilla».

Poesía e información; encontrará el lector de una punta a otra de este libro. «Confeccionar un tapiz de óptima calidad es —comparo yo— como construir la Pirámide de Keops: obra de una vida. Para demostrarlo, ahí está la llamada alfombra de Ardcbil, en el Azar-baidjan, procedente de la mezquita del Jeque Safi, que es, casi totalmente, la obra de un solo artesano. En el propio tapiz puede leerse:

«No tengo más refugio en el mundo que tu umbral,
ni mi cabeza más protección que este pórtico.
Obra del esclavo del Santo Lugar, Maksud de
Kashan, año 945».

El buen Maksud comenzó a trabajar en la alfombra de marras cuando era un niño y la terminó cuando había rebasado los setenta, dando un ejemplo de tenacidad incomparable. Pero esto es imposible que se repita y las muchas manos no contribuyen a dar unidad a la obra de arte, que es una alfombra.

Pero el oriental no sabe prescindir de la alfombra. «Quien tiene una alfombra, tiene una casa», dice el proverbio. Y es cierto; todo en Oriente se desarrolla en una alfombra y una casa sin alfombra no es una casa. Conozco a un europeo que por falta de dinero puso su vivienda sin alfombras y un día los criados acudieron en grupo a manifestarle que no podían seguir trabajando con él si no compraba alfombras. ¿Qué casa era aquella y qué señor podía ser si carecía de tapiz?».

Quien posee una alfombra para orar sobre la arena dol desierto tiene más que una casa. En tan reducida parcela logra acomodo el alma del rico o del pobre y ni el rico lo es tanto ni el pobre se sentirá miserable. Estos minifundios espaciales donde el oriental desarrolla el vuelo de su espíritu, como si por un hilo enviase al cielo una cometa, representa un sentido de síntesis que no poseen los creyentes occidentales. Con cuanta sutileza trenza Beladiez sus impresiones. La alfombra de Ardebil fue más admirada que la mezquita del Jeque Safi. Para una religión extática, un tapiz es un plano de partida. Una iglesia sin techo.

No se priva nuestro culto y experto narrador de aludir honradamente a lo que de modesto y duro encontraría el viajero por tierra de Persia. Muy graciosamente le previene contra la supuesta belleza de la mujer tapada. Y nos deja ver, sin necesidad de que le alcemos la falda, las columnas salomónicas de las sufridas piernas, la flojedad de las medias, la cinta que. las sujeta por debajo de la rodilla. Tampoco ocultará que le picaron el sol, las mosca», los mosquitos. Que le secó la piel la falta de humedad en el ambiente. Nos hablará del polvo y de los malos olores. Quien lea este libro no caerá en una trampa cuando visite a Persia y se relacione con su gente. En él está dicho lo esencial para que el comodón viaje sin salir de su cuarto. Pero también corre a lo largo de este libro poético y realista la invitación al viaje de un enamorado del Oriente.

De cuando en cuando a un diplomático le sale tan bien la literatura que su vanidad le lleva a apartarse de la carrera para dedicar todo el tiempo a escribir. Mal hará quien tal haga. La diplomacia es el mejor ambiente para los escritores. Muchos nombres podrían traer a estas páginas, muchos ejemplos. Pero no quiero extenderme en el prólogo por guardar la proporción, porque este delicioso libro no es largo.

Manuel Halcón

A manera de explicación

Estas cartas no tienen absolutamente nada que ver con unas homónimas que andan por ahí desde hace un par de siglos.
En realidad nacieron hace cuatro dias del, choque de un celtíbero con la vieja Persia. Al principio eran más bien un lamento y el destinatario se enfadaba al leerlas tanto comoi yo al escribirlas. Luego, poco a poco, aunque me temo que siguieran aburriendo a su destinatario, dejaron de contener lágrimas. En fin, ahí van para que el lector juzgue.

El ¡amento tenía su origen en la brutalidad del choque. Era en realidad, la colisión de lo blanco y lo negro, de la noche y el día, del mundo occidental con el Oriente.

Porque el Oriente, visto desde el propio Oriente, no tiene nada que ver con lo que los Occidentales designa, mos por oriental. Istambul, Beyrouth, Damasco o Jeru-salón, que es lo que el turista visita, no son Oriente. El oriente espiritual, espacial, cromático y hasta aromático comienza ai Este del meridiano de Mafrak, aldea de la ruta que une Ammán con Damasco. De …




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